Fiat Lux
Fiat lux
Y se hizo la luz.Un haz de luz, un haz que se proyectaba infinitamente sobre la oscuridad. Sí, un rayo. Lo vimos inmaculado y hermoso.
Colocamos delante suyo imaginaciones, trasparentes pedazos de realidad o de irrealidad se intersectaban con el haz, era la añoranza del fuego, revoloteaba el cambio en el aire, la luz mutaba con formas lentas o violentas, a ritmos monotonos, asincronos, danzantes.
Sin darnos cuenta, el haz ya no se iba hasta el infinito, no es escapaba sino más bien, se quedaba con nosotros y nuestros ojos no se iban de él. Era el extasis, la catarsis.
Entonces, empezamos a formar palabras, palabras de luz. El haz comenzó a hablarnos, sin sonidos primero, sin colores. Luego aprendió a danzar con nosotros y entendimos su voz, su voz que era nuestra voz. Y nos mostró sus colores, que eran nuestros colores. Y nos contaba secretos, leyendas, las cosas que habiamos olvidado y las que nunca descubriremos; nos contaba horrores, nos contaba ensueños, nos contaba nuestras vidas, las anteriores, las actuales, las que están por venir.
En un momento, sentimos que no estabamos solos, que todos los hombres estaban viendo en esa oscuridad, en ese gran vientre de madre que es la negrura total mientras nos hablaba la luz, y la luz era la voz de los maestros, la voz de los brujos, la voz de los Dioses, la voz de los Hitchcock, de los Welles, de los Kurosawa, de los Chaplin, de los Einsenstein, de los Saura, de los Godard, de los Buñuel, de los Eastwood, de los Tarkovsky, de los Ford, de todos esos héroes que aprendieron a bregar con la luz...
Así, señores, es como nació el cine.
Y se hizo la luz.Un haz de luz, un haz que se proyectaba infinitamente sobre la oscuridad. Sí, un rayo. Lo vimos inmaculado y hermoso.
Colocamos delante suyo imaginaciones, trasparentes pedazos de realidad o de irrealidad se intersectaban con el haz, era la añoranza del fuego, revoloteaba el cambio en el aire, la luz mutaba con formas lentas o violentas, a ritmos monotonos, asincronos, danzantes.
Sin darnos cuenta, el haz ya no se iba hasta el infinito, no es escapaba sino más bien, se quedaba con nosotros y nuestros ojos no se iban de él. Era el extasis, la catarsis.
Entonces, empezamos a formar palabras, palabras de luz. El haz comenzó a hablarnos, sin sonidos primero, sin colores. Luego aprendió a danzar con nosotros y entendimos su voz, su voz que era nuestra voz. Y nos mostró sus colores, que eran nuestros colores. Y nos contaba secretos, leyendas, las cosas que habiamos olvidado y las que nunca descubriremos; nos contaba horrores, nos contaba ensueños, nos contaba nuestras vidas, las anteriores, las actuales, las que están por venir.
En un momento, sentimos que no estabamos solos, que todos los hombres estaban viendo en esa oscuridad, en ese gran vientre de madre que es la negrura total mientras nos hablaba la luz, y la luz era la voz de los maestros, la voz de los brujos, la voz de los Dioses, la voz de los Hitchcock, de los Welles, de los Kurosawa, de los Chaplin, de los Einsenstein, de los Saura, de los Godard, de los Buñuel, de los Eastwood, de los Tarkovsky, de los Ford, de todos esos héroes que aprendieron a bregar con la luz...
Así, señores, es como nació el cine.
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